Hoy recordamos como hace apenas un año, saltó a la luz el escándalo de una joven periodista, Nadja Brenneisen, que se hizo pasar por dj de EDM. La periodista consiguió engañar a ciertos promotores y fue contratada para una serie de grandes festivales internacionales. Esta noticia no tuvo la repercusión debida en su momento, ya que la maquinaria de este estilo no lo permitía.
Todos sabemos la cantidad de millones que mueve esta industria y noticias como está, deja muy a las claras la clase de habilidad que te exigen para formar parte de los eventos más “top” de ese género. Solo necesitas: una cara bonita, un cuerpo envidiable, un show de lo más extravagante y una inversión de unos cuantos cientos de miles de euros (en el caso de que no poseas lo anterior).
El motivo por el cual la joven Nadja se propuso desenmascarar el comportamiento de la idustria de este “estilo” musical, consistían en el nivel de desprecio que llegó a sentir por la vida nocturna a causa de esta moda. La encontraba repleta de vicios, moentos superficiale, chauvinista y monotorizado por las drogas. No había amor al arte ni a la música en nada de aquello, solo engocio.
En la opinión de Nadja, todo se reduce al mercadeo y la imagen: las dos claves universales de la comercialización de productos. Y a todas estas cosas hay que sumar la simplificación del contenido para hacerlo mucho más rentable… En el caso del EDM, tuvieron que comercializarlo (buscando bases sencillas y subidones notables ), quitándole lo complejo (es decir, todo lo que la hace especial) que podría tener en origen, enlatando para poder venderla en supermercados. La periodista consideró que deejays Profesionales se han prestado para este juego de simplificación, siendo esta la causa principal por la que ella sintió más desprecio. Los consideró como personas vanas y llenas de ambición por dinero, eso sí, vacíos por dentro y sin nada que aportar al género.
Con la ayuda de un amigo, pudo proveerse de la imagen y el mercadeo para venderse como una Dj emergente. Comprobó lo fácil que es ganar una posición de importancia y un puesto en la mente de las compañías productoras de estos eventos sin tener talento, conocimiento, ni experiencia. En su primera presentación hizo una selección de los mejores temas del momento y los puso “mezclando” el final de uno con el principio del otro. La respuesta del público la dejó sin palabras: gritaron, bailaron y se emocionaron sin darse cuenta de que eran los temas más conocidos. Poco después cobraba casi 3.000 dolares por 2 horas de “mezcla” y hasta consiguió tocar en fiestas y festivales importantes como el Sonnentanz, el Holi Festival of Colours, el Zurich Openair y en el Streetparade Afterparty. Nada mal, para no ser Dj.
Hoy en día todo se puede comprar, desde los likes en tu página profesional de Facebook, Instagram, twitter, hasta la interacción. Incluso likes falsos en tus publicaciones. Os preguntaréis, ¿Qué fin tiene estos falsos seguidores? Sencillo ¿Dónde se dirige siempre la gente?: ‘A dónde va Vicente’. Tan real como la vida misma. A una página con pocos seguidores, en un porcentaje muy alto de ocasiones, los posibles lectores no le dan la oportunidad de ser leída, mientras que a una -aunque en la vida hayas escuchado hablar de ella- si tiene unos cientos de miles de seguidores, se le da una oportunidad con el ‘like’. Este fue uno de los pasos a seguir por la joven Nadja…
En fin, no hay más ciego que el que no quiere ver. Esperemos que por fin a estos ‘faranduleros’ se les cambie el nombre y dejen de ensuciar lo que significa ser Dj, porque está caro que les queda demasiado grande. Más bien se trata de concepto ‘showman’, que dirige sus shows para las masas, como el imperio romano hacía con los gladiadores. Que lo sigan haciendo, pero lejos, muy lejos de nuestra cultura.