Últimamente los medios nos están acostumbrado a copar los espacios de sus noticias con reportajes nada halagüeños relacionados con cierres de salas y la cancelación de festivales. Pocos son los que hablan de los beneficios que la ‘cultura festivalera’ de nuestro país deja en las arcas de las localidades donde se celebran.
Podríamos tirar la casa por la ventana y presentaros las espectaculares cifras que dejan festivales como el Electric Daisy Carnival de las Vegas (1000 millones de euros en los últimos 4 años) o el TomorrowWorld del estado de Georgia (173 millones de euros en dos años), pero preferimos quedarnos en territorio nacional y presentar algunas cifras sorprendentes. Durante el año pasado, se cifró en más de 200 millones de euros el impacto económico que aportaron los festivales de música. Esta cifra no nos las sacamos de la chistera, sino que forma parte de un informe realizado en 2015 por la Asociación de Promotores de Música en España que elevan a los dos millones la cantidad de público que mueven estos eventos en el territorio nacional.
Pero dejémonos de cifras o números sin nombres específicos. Vayamos al Festival BBK Live de Bilbao. Superando los 40.000 espectadores por día (más de 120.000 espectadores), el BBK llevó la ocupación hotelera de la zona al 95 por ciento de su capacidad repercutiendo con más de 20 millones a la capital bilbaína.
Ahora aterricemos en Barcelona con el ya prestigioso Sonar. Se calcula que el impacto económico atribuido al evento asciende a unos 75 millones de euros, a los que si se le suman las actividades paralelas realizadas por los ‘turistas musicales’ (bien definido por parte de algunos medios) harían incrementar esta cifra hasta los 124 millones…124 millones de impacto económico en una región gracias a un festival. Cierto es que muchas marcas aprovechan el tirón de gente que produce el Sonar para organizar fiestas privadas, pero eso no es ningún pecado.
Parece que ciertos organismos de la administración han empezado a abrir (un poquito) los ojos y a llevar a cabo iniciativas por el fomento y la defensa de estos eventos. Hace unos días, salían a la luz las marcas Musix y #mediterranewmusix en Valencia con el fin de impulsar y presentar a la ciudad mediterránea como ‘lugar de acogida perfecto para festivales’. El propio secretario autonómico de la Agència Valenciana del Turisme ha explicado que Valencia “acogerá y protegerá la figura del ‘Festival’ como ya se protegen otras fiestas de interés nacional e internacional”.
Pero ¿Por qué se toman tantas molestias los valencianos? Es sencillo. Valencia cuenta con 4 de los diez festivales que más público congregan en nuestro país:
–Arenal Sound
–Rototom Sunsplash
–FIB
–Low Festival
Esto convierte a la Comunidad Valenciana en la tercera comunidad en cuanto a recaudación por entradas en eventos de música en vivo de todo el país. Y probablemente sea la comunidad referente en cuanto a organización de festivales.
¿Tanto costaría aplicar medidas de ayuda y colaboración con festivales en el resto de España? Año tras año vemos como, con entradas ya vendidas, un par de festivales se caen de la agenda de los ‘Turistas musicales’ a causa de una cancelación relacionada con organismos públicos que no disponen de suficientes luces como para destacar el dinero que estos eventos dejan en sus localidades. Como si la cosa estuviese para ir tirando el dinero… En fin, esperemos que poco a poco los festivales se consoliden como punto de encuentro cultural, musical y de baile en nuestro país así como un motor económico del turismo en España.