Crónica del primer día en Danza Futura: intensidad, descubrimientos y una conexión total con el público

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Después de más de cuatro horas de viaje, por fin llegamos a Viana para vivir en primera persona el Festival Danza Futura. Era nuestra primera vez en este evento, pero las referencias que habíamos recibido de amigos que asistieron a ediciones anteriores nos dejaron claro que no podíamos perdérnoslo este año.

Aterrizamos justo al final del set de Blasha & Allatt, que nos sorprendieron con un enfoque más digital de lo esperado. A pesar de ello, su selección fue acertada y ya iban calentando bien la pista para lo que vendría después.

Le tomó el relevo Andre Dias, residente del festival y figura clave de la escena gallega. Su sesión fue correcta, bien construida, marcando el terreno para lo que sería una noche intensa. Lo que vino a continuación fue uno de los puntos más esperados del día: el directo de Temudo Aunque era uno de los nombres destacados en el cartel, su actuación nos dejó un sabor algo agridulce. Técnicamente solvente, pero le faltó ese punto de sorpresa o emoción que muchos esperábamos.

La noche tomó otro giro con la llegada de Norbak y Quelza, que ofrecieron un b2b de dos horas absolutamente demoledor. Serio, preciso y con una narrativa sonora impecable. Sin duda, uno de los momentos más potentes de la jornada. Se notó la compenetración entre ambos, y el resultado fue una experiencia sólida y única, con tramos realmente hipnóticos y líneas de bajo que retumbaban en el pecho.

Ben Sims llegó con otra energía, demostrando su veteranía y su capacidad para leer la pista. Nos entregó un set muy distinto a lo que suele ofrecer, más contenido y adaptado al contexto, pero con una ejecución brillante que mantuvo la pista en tensión.

Después fue el turno de Alarico, que se presentó con un híbrido entre DJ set y live. Tiró de muchos cortes de su último álbum, incluyendo temas como Iruka y su infaltable Machine D Dan, logrando un viaje sonoro profundo, con momentos de auténtico trance mental. Técnica pulida, selección de 10 y un groove que atrapó a toda la sala.

Y para cerrar, lo que fue —sin duda— el momento más álgido del primer día: Kwartz y Kaiser. El dúo supo conectar de una manera brutal con el público. Su set fue el más cohesionado, el que mejor supo leer el mood de la pista. No hubo baches, ni bajones: cada transición tenía intención, cada golpe tenía peso, y cada tema que caía era pura dinamita. Dejaron la pista ardiendo y al público completamente entregado.

Un primer día que superó expectativas, con luces y sombras, pero con momentos que se van a quedar grabados en la memoria durante mucho tiempo.

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